Entrevista con Luis Alfredo Fratti, Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay

Entrevista con Luis Alfredo Fratti, Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay

 

Uruguay es reconocido internacionalmente por sus exportaciones de carne vacuna y productos forestales. ¿Cuáles son los principales factores que garantizan la competitividad del sector agroindustrial uruguayo?

Yo diría que es la calidad y la seriedad en el mercado. Nuestro principal producto de exportación es la carne vacuna, y somos líderes en el mundo en este rubro. Exportamos lo mejor que tenemos y también consumimos mucha de nuestra propia producción. Muchas veces hemos deseado tener más posibilidades de expansión; ahora hemos mejorado un poco con nuestro nuevo presidente.

Lo que nos distingue en el mundo es que tenemos un estricto control de nuestras exportaciones. Tenemos un Instituto de la Carne, que es de los pocos en el mundo que aplica una especie de doble control: uno sanitario, que depende del ministerio, y otro control de calidad, que lo realiza el INAC. Todas las compras que se hacen en Uruguay pasan por una institución independiente al operador privado, como un frigorífico. Por ejemplo, a nivel de carne de Estados Unidos, se informa en qué tipo de producto es, y el INAC se encarga de comprobar si se mantiene la calidad que pide el comprador.

El ministerio tiene que garantizar la parte de la calidad también, pero en Uruguay existe esta doble inspección, que muy pocos países tienen. Generalmente, solo hay un organismo —el ministerio— que se encarga de todo, mientras que nosotros tenemos un control por un lado y otro control independiente por el otro.

 

A nivel ganadería, con el sistema de trazabilidad integral de Uruguay, ¿cómo aprovecha esta ventaja para abrir mercados premium y diferenciar sus exportaciones de carne vacuna?

Muchísimo. Uruguay se ha ubicado entre los países top del mundo en cuanto a la venta de carne. Si uno mira el ranking, Estados Unidos, Australia y Uruguay están muy cerca en el valor de exportación. Para eso hay que generar una diferenciación, porque la carne se produce en muchas partes del mundo.

Primero, la genética es algo en lo que hemos trabajado durante años y que hemos hecho muy bien como país. Las vacas llegaron a Uruguay antes de que fuéramos nación, por lo que es una cuestión tanto productiva como cultural. Además, como somos un país con recursos económicos limitados —no tenemos petróleo, por ejemplo—, tenemos que ser muy prolijos en el rubro alimentario.

La trazabilidad nos permite garantizar que, si el comprador quiere, puede rastrear desde dónde nació el animal hasta el plato. Hemos hecho experiencias, como en Shanghái y exposiciones en Zaragoza, demostrando esto. Si el comprador lo desea, podemos mostrar todo el tránsito de ese corte, desde su nacimiento hasta que llegó a la mesa.

Actualmente, estamos en una etapa de expansión: hemos hecho un llamado internacional para agregar otro atributo a la trazabilidad. Por nuestra dimensión, nos ha sido más fácil implementar la trazabilidad de manera universal. Aquí no puede haber una sola vaca sin caravana; todos los animales deben estar trazados, incluso los que están en la calle. Próximamente, esto se aplicará también a los caballos.

En el mundo, esto no ha sido fácil para otros países que compiten con nosotros en la venta de carne. Otros países aplican la trazabilidad solo para ciertos acuerdos con empresas, mientras que en Uruguay es igual para todos e independiente de la empresa. Es obligatoria y uniforme. Además, podemos garantizar que los productos exportados nacieron, fueron criados y faenados en Uruguay, cumpliendo con los requisitos de los mercados importadores. Actualmente, estamos incorporando más tecnología para alcanzar la georreferenciación: conocer la ubicación exacta del animal durante el día. Esto también puede ofrecer beneficios al propietario, como monitorear si el animal está solo, si salió del predio o si ocurre algún accidente. No solo es importante para el control del sector, sino que también genera un adelanto tecnológico para el producto.

 

A nivel de silvicultura y celulosa, la industria forestal ha traído algunas de las mayores inversiones extranjeras en la historia de Uruguay. ¿Qué papel desempeña este sector en la economía y cómo prevé su evolución, ya que está creciendo muchísimo?

Hay un antes y un después. Hoy, la celulosa es, como tal, uno de los principales rubros exportadores; el año pasado fue nuestro principal rubro exportador, y hoy le disputa a la carne esa posición. En este espacio, necesitamos inversiones para que la celulosa no se limite sólo a la producción de pulpa, sino que se aproveche en otros tipos de industria, como ocurre en otros países. Necesitamos agregar valor a la materia prima que estamos produciendo. Un paso concreto es invertir en celulosa y, además, aprovechar toda la experticia que tiene el país en áreas como viviendas de madera. Este es un sector que aún no está casi explotado, y sería bueno conseguir inversiones que avancen en el agregado de valor para las viviendas de madera.

Hoy tenemos los macizos forestales, que es la forestación tradicional de Uruguay, con alrededor de 1.000 árboles por hectárea. También existe el desarrollo del silvo-pastoreo, un sistema que no puede superar los 300 árboles por hectárea, colocados en línea. Si uno tenía un campo, podía continuar con el pastoreo o con la ganadería. Lo que apunta este sistema es que la madera que se produce allí tiene la masa adecuada para aserrío, es decir, para la producción de otros productos de madera. Son árboles de mayor tamaño y diámetro, y se cuida especialmente que no tengan nudos. Por eso nos interesa mucho empezar a trabajar desde ahora con lo que tenemos. El silvo-pastoreo probablemente desarrollará más madera para la industrialización, aunque una parte del bosque seguirá destinándose a la celulosa. Esta madera puede ser más atractiva para la industria, además de mantener la producción de pulpa.

 

A nivel de cultivos y agroindustria, los cereales son muy importantes. ¿Qué cultivos son los más estratégicos para la cartera de exportaciones del país?

Arroz, sin duda. A pesar de nuestra pequeñez territorial, hemos sido los cuartos exportadores de arroz en el mundo. Además, la calidad es muy buena. El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria ha sido fundamental en esto. Hoy, Uruguay compite a nivel internacional con el arroz americano, que tiene una excelente calidad. Los mercados compradores nos dicen que Uruguay puede competir con ese arroz, porque hemos tenido un gran desarrollo en investigación.

El último grado investigado es un grano de arroz que, además, produce un 30% más que el grano que se estaba utilizando con el mismo laboreo. Es una carrera que empezó hace muchos años y que aún no ha terminado, pero nos ha posicionado muy bien internacionalmente.

La soja ha tenido una explosión muy importante, sobre todo porque, como país que básicamente exporta productos alimenticios, la pregunta es dónde colocarlo y, obviamente, a qué precio. En el caso de la carne, los volúmenes que maneja Uruguay son muy importantes para nosotros, pero no lo son tanto para el mundo. Por eso, tenemos que ponerle un buen valor. Si la colocamos como un producto común, ingresan menos divisas de las que necesitamos para manejar el país. En la soja, hemos encontrado mercados bastante firmes, como China, que asegura que todo lo que podamos producir ellos están dispuestos a comprar. Incluso si Uruguay dobla la producción, el mercado no se saturaría. Actualmente, la colza también está tomando importancia. Nos están habilitando para producir harina de soja y de colza, pero a veces tenemos problemas porque no contamos con empresas para procesar esos granos. Tener el mercado y la autorización para producir la harina parece fácil, pero no lo es tanto; hay que organizar quién se encargará de procesarla y enviarla.

En esta etapa de agregar valor, Uruguay requiere mayores inversiones extranjeras que nos permitan dar un salto cualitativo y agregar valor a una materia prima muy buena, pero que necesita un mayor procesamiento.

 

A nivel de lácteos y productos de valor agregado, ¿cómo trabaja Uruguay para agregar valor propio en este sector?

En lácteos, más allá de otras empresas, tenemos una cooperativa que es la más grande del país y que tiene una buena inserción internacional. También contamos con el Instituto Nacional de la Leche, que es similar al Instituto Nacional de Carne. Este instituto ofrece una mirada externa, integrando los productos, la industria y la regulación del gobierno, lo que permite tener una noción general del negocio. Sin embargo, aún nos falta un poco más de capacidad de expansión para exportar productos terminados. Básicamente, lo que Uruguay exporta es leche en polvo, que es el producto menos procesado.

Ahí es donde vemos la dificultad: cuando uno entra en un mercado, sobre todo en lácteos, se necesita un volumen mínimo para exportar y continuidad en el tiempo. Desde mi punto de vista, todavía no hemos alcanzado esto, y es lo que hace que nuestro principal producto exportador siga siendo la leche en polvo.

 

A nivel de sostenibilidad, Uruguay ya es un referente, pero con el cambio climático la sostenibilidad es una inquietud mundial. ¿Qué políticas existen para garantizar que el crecimiento agrícola de Uruguay sea ambientalmente sostenible?

Estamos trabajando con bioinsumos tanto para el área agrícola como para la ganadería. Por ejemplo, la garrapata se combate con productos químicos, y estamos tratando de utilizar bioinsumos que reduzcan el uso de medicamentos en el sistema.

En agricultura, los bioinsumos antes eran mirados de costado en Uruguay, pero nosotros los hemos puesto en primer lugar. Para implementarlos correctamente, necesitamos registrarlos y ayudar a ponerlos en práctica. Creo que el mundo va hacia ahí, y nosotros, como productores de alimentos, tenemos que atender el reclamo que hacen los consumidores y el mercado internacional en materia de sostenibilidad.

 

A nivel de incentivos a la inversión, ¿qué incentivos existen para los inversores extranjeros en agricultura, silvicultura o agroindustria?

Uruguay tiene todo un sistema de incentivos mediante el cual se puede descontar hasta un 40% de los impuestos de la inversión realizada. Esto ha favorecido mucho al sector y ha atraído inversión extranjera, generando un atractivo importante. Además, cuando cambia el gobierno, este tipo de incentivos no se corta de un día para el otro, lo que brinda estabilidad a los inversores.

 

A nivel mercado estadounidense, ¿qué importancia tiene el mercado de Estados Unidos para las exportaciones y en qué segmento lo considera más relevante?

El mercado de Estados Unidos siempre ha sido muy importante. Claramente, hay un nicho significativo y de alto valor en el tema de la carne.

 

En agricultura digital, biotecnología y agricultura de precisión, que están transformando el sector mundial, ¿cómo está Uruguay en relación a estas innovaciones?

Se está trabajando, pero no a la velocidad que deberíamos. Creo que necesitamos inversiones en esos sectores que nos ayuden a avanzar más rápido. Para mi generación, por ejemplo, es muy difícil asimilar todos esos cambios; nos ha costado tremendamente.

 

Visión a largo plazo: ¿cuál es la visión del gobierno para el sector agrícola y forestal de Uruguay en los próximos 10 años?

Uruguay tiene mucho espacio para crecer. Hemos avanzado un poco más lento en el desarrollo tecnológico que otros países, por lo que tenemos mucho por avanzar en los próximos 10 años. Mientras otros países están llegando a su techo, nosotros estamos a la mitad.

Por eso, en el ministerio estamos desarrollando un plan que pretende, con la misma matriz productiva que tenemos, aumentar la producción en un 10 a 15%. Esto también va de la mano con la inclusión de tecnología en el sector agropecuario, que está más desarrollada en el área agrícola, pero que también necesitamos incorporar en el área ganadera.

 

¿Cuál sería su mensaje final para los lectores?

Uruguay es un país en el cual los cambios políticos no afectan las estructuras; es un país estable, muy civilizado para vivir y predecible. Lo que más he aprendido de la industria en estos 10 años es que necesitamos certeza, más allá de los valores de una inversión, de si rinde más o menos. Creo que esa es la principal fortaleza de Uruguay.

Seguramente hay países más baratos, pero no tienen el nivel de vida y los servicios que tenemos aquí. En infraestructura vial aún nos falta mejorar, como aumentar la cantidad de trenes y optimizar nuestra red rural, pero no quiero pecar de soberbio. Uruguay tiene un bajo perfil, pero para América Latina es como Alemania para Europa, sin hablar mal de los vecinos.

Para los inversores, lo más importante es esa estabilidad, y también que Uruguay tiene mucho para crecer. Tenemos baja densidad poblacional, no hay conflictos de inmigración ni trabajo esclavo, y contamos con un desarrollo importante.

Hace unos años se creó una universidad solo para el interior del país, fuera de la capital, que está desarrollando capacidades que el mundo requerirá. Algunas de estas instituciones están en la frontera con Brasil, lo que permite trabajar allí también. Estas iniciativas y desarrollos constituyen una buena base para las inversiones que vendrán, que van a necesitar capital humano y tecnología.